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sábado, 17 de abril de 2021

Carmina y los desiertos

 


Cuando escribí el texto siguiente yo trabajaba. Pero entonces tenía un solo blog donde hablaba de todo, mezclando recuerdos de viajes, comentarios a noticias del periódico,  anécdotas del día a día en el trabajo... . Como ahora tengo este espacio dedicado especialmente a los viajes, recupero aquel texto y lo incluyo aquí. No os extrañe, por tanto, el inicio. Lo que cuenta es lo que viene detrás.

Disfrutando de un momento inol-.
vidable sentada en lo más alto
de una duna
El hecho de que hoy, 3 de julio, no tenga todavía planes para las vacaciones, a excepción de unos días en Madrid en la segunda quincena de agosto (que, estrictamente, no serán puras vacaciones. Cada mañana me levantaré bien temprano e iré al Archivo Histórico Nacional, a trabajar un poco en la tesis), me ha hecho recordar con tristeza dónde me gustaría estar en estos momentos y por qué, desgraciadamente, no puedo, que no es ni más ni menos que la delicada situación política existente en mi rincón favorito del mundo: Oriente Medio. Estoy rabiando por volver a Siria, a Iraq o a Jordania. Y espero fervientemente poder hacerlo en pocos años.

Y es que a Carmina le chiflan los desiertos, los de todo tipo: los típicos de dunas onduladas, los planos como el tablero de una mesa como los que vi en Irak, los rocosos como los que conocí en Israel y en Jordania…

El mar me produce tranquilidad y relajacion, los paisajes helados me producen angustia, pero los desiertos me parecen el paisaje más bonito del mundo.

Y en este estado meditabundo y reflexivo en el que me hallo, os dejo dos proverbios de esas tierras que me han venido a la cabeza en este ratillo.

– En las ciudades se vive como quiere el hombre; en el desierto se vive como quiere Dios.

– No se puede ser profeta sin haber sido antes pastor en el desierto.

jueves, 23 de julio de 2020

El hombrecillo de Mari




Cuando, a principios de 1.989 recibí una carta con la información de que ese año viajaríamos a Iraq, casi no lo pude creer. Al fin y al cabo, el país estaba en guerra con Irán desde 1.980. Irán e Irak se comportaron como dos animales salvajes, luchando hasta la extenuación, incluso sabiendo que aquella guerra no la podía ganar nadie. Fue una guerra más parecida a la Primera Guerra Mundial (guerra de trincheras, cargas de bayoneta, nidos de ametralladora, uso de armas químicas) que a una guerra moderna. Las pérdidas humanas fueron enormes. Se puede decir que acabó en tablas, obligados por la presión internacional. El Consejo de Seguridad de la ONU decretó un alto el fuego forzoso y obligó  a los contendientes a un alto el fuego y a sentarse para firmar la paz. Sin reparaciones, ambos bandos se declaran vencedores. Se vuelve a la situación anterior a la guerra. Sin embargo, aparte de la crueldad y la suciedad de aquella guella guerra, de la tiranía de los que comandaban ambos bandos, Saddam Hussein y Jomeini, era un país interesantísimo para cualquier interesado en Historia Antigua. Y ahí estaba yo, entrando en la terminal del aeropuerto de Bagdad, caminando entre dos filas de cascos azules de la ONU, grandes como armarios. Dentro nos esperaba una "comitiva" dos autobuses, con sus correspondientes conductores y ayudantes, otro autobús más "de respeto", que nos seguía todo el tiempo. Así, si alguno de los autobuses se estropeaba no teníamos que molestarnos en buscar un taller, esperar la reparación, sino que nos pasábamos de inmediato a ese autobús vacío y seguíamos viaje, mientras el conductor del autobús se quedaba resolviendo la avería para alcanzarnos después. Todo planeado para que viajáramos como príncipes. Yo me preguntaba ¿Cómo ha conseguido Blázquez todo esto? Es cierto que tenía contactos profesionales de altura por todo el mundo, pero aquello parecía excesivo. Demás de los tres conductores y tres ayudantes, dos personas más: un guía de profesión y un individuo que nos presentaron como el intérprete oficial de español del Ministerio de Asuntos Exteriores. Tenía una apariencia siniestra, con cara de ave  rapaz, nariz aguileña, ojos claros, labios finos y bigotito recortado. Parecía más un espía que una ayuda. En el otro extremo, el guía, un cincuentón con una calva monda y lironda, quemada por el sol, bajito y gordo,barrigudo, sonriente, de piernecillas y bracitos cortos que me recordaba a dos personajes de tebeo, Gordito Relleno y Don Pío. Una del grupo, una geógrafa de CSIC llamada Sicilia, en cuanto lo vio, le puso  nombre: "El hombrecillo de Mari", porque le recordaba a esas figurillas sumerias que representan a Ebih II, superintendente de la ciudad sumeria de Mari, que había visto a montones en el Louvre. El hombrecillo de Mari era soltero, vivía con su madre, había luchado en la guerra, y tenía los ojos tristes. Probablemente había motivos más que sobrados para esa tristeza ¡a saber qué cosas había visto! Me pregunto si vivirá todavía, no lo creo probable (han pasado 31 años) y me da mucha pena recordarlo. Pero le dedico esta entrada precisamente porque aunque era una persona insignificante su amabilidad nos hizo más agradable aquel extraño viaje y aunque no puedo dejar aquí su nombre para la posteridad porque no lo recuerdo (da igual, el apodo que le puso Sicilia es muy apropiado ), es como si lo estuviera viendo ¿Qué más puedo decir de aquel viaje? Para no alargarme demasiado haré una lista:

- Durante el resto del viaje me reafirmé en que era muy raro que nos hubieran dejado estar allí. Aparte de nosotros, los únicos extranjeros que estábamos en el país (además de los que estaban por causa de la guerra) era un grupo de japoneses con los que nos tropezábamos constantemente, como bolas en una mesa de billar. Ignoro cuál era su coartada para estar allí.

- Regresé con la firme convicción de que  Occidente no tenía ni la menor idea de qué pie cojeaba Saddam Hussein. Por todas partes se veían indicios del culto a la personalidad propio de los dictadores más fanáticos y enloquecidos. No se circulaba ni por la carretera sin ver continuamente retratos de Saddam representado de todas las formas: de uniforme, con chilaba y kuffiya, de traje y corbata, con un niño en brazos, rezando en la mezquita, besando la alfombra con unción...., y hasta con esa pinta de jubilado en Benidorm. Como veis en la foto eran pequeños muretes de ladrillo con un tejadillo y el cromo correspondiente. Varios en cada kilómetro, y así todo el país.

- Yo pensaba que a causa de la guerra nuestros movimientos estarían más restringidos pero ¡qué va!  Solo nos impidieron subir al zigurat de Ur, porque muy cerca había una base aérea que se veía perfectamente desde la cima y, claro, no era cuestión dejar a un montón de gente, todos cámara en mano con aquello al alcance de nuestros teleobjetivos. Por el contrario, nos cogió en Bagdad un día de elecciones generales y nos dieron la mañana libre para ir donde quisiéramos, solos, a nuestro aire, como conté en "Donde fueres, ¿haz lo que vieres? Pues mejor no". Mientras tanto, a los periodistas debidamente acreditados para cubrir las elecciones no los dejaron salir del Hotel Sheraton. Curioso ¿verdad?

jueves, 14 de mayo de 2020

Donde fueres......¿haz lo que vIeres? Pues no siempre




En otra ocasión relaté mi llegada a Iraq, cuando todavía se encontraba oficialmente en guerra con Irán, y fue curioso comprobar como, durante dos semanas, nos movimos por el país con una libertad que se les negaba, por ejemplo, a los periodistas que habían ido a cubrir las elecciones generales que se celebraron en esos días. Fueron alojados por los iraquíes en el hotel Sheraton con todas las comodidades posibles, pero no pudieron dar ni un paso por las calles de Bagdad. Mientras tanto, nosotros caminábamos a nuestro antojo por la misma ciudad. Como consecuencia, en el viaje de vuelta a Madrid, en el avión, les contábamos lo que ellos no habían podido ver, y más de uno utilizaría esa información para escribir sus crónicas.

En Bagdad tuvimos una mañana libre, allí era justamente día de elecciones. En esa mañana, cuatro chicas nos acercamos al barrio chiíta de Khadimiya, y pasamos gran parte de la mañana recorriendo el mercado. Recuerdo que nos impresionó la gran cantidad de joyerías, con escaparates tan cargados de oro que no se podían mirar sin ponerse unas gafas de sol.

En una plaza encontramos la gran mezquita chiíta de Bagdad, y se nos ocurrió que teníamos mucha curiosidad por conocerla por dentro. En la plaza, en una especie de quiosco abierto, un montón de velos negros colgaban de unas perchas, por si alguien lo necesitaba para entrar. Desde la primera vez que viajé a Siria y tuve que usar uno de esos velos (con bastante aprensión por mi parte) para entrar en la mezquita de Damasco, yo llevaba a todos estos viajes el mío propio, siempre guardado en la mochila. Las otras tres no lo tenían, por lo que no tuvieron más remedio que coger uno de los que estaban allí colgados.


Decidimos que si nos tapábamos bien la cara y hacíamos lo mismo de todo el mundo nadie tenía por qué darse cuenta de quiénes éramos. Con la imprudencia que da la juventud nos unimos a la multitud que entraba. Al llegar a las puertas, nos fijamos en que todo el mundo las besaba con fruición (en la foto), y nosotras no íbamos a ser menos. Además, teníamos a la gente demasiado cerca y no nos atrevíamos a fingir, así que realmente pegamos los morros a la puerta con toda nuestra alma. Después de un paseíto por el interior, y con la intranquilidad de que alguien nos descubriera, no nos entretuvimos mucho y volvimos a salir.

Ya de vuelta en el hotel, almorzando con todo el mundo, cada uno hablaba de lo que había hecho esa mañana. Al nombrar nosotras el barrio y la mezquita, el guía empezó a contar lo importante que es esa mezquita para los chiítas, la cantidad de gente que se junta para la oración del viernes, y cómo era costumbre que los chiítas de Bagdad, cuando se les moría alguien, camino del cementerio se pasaran por allí, y sacando el brazo derecho del muerto del sudario que lo envuelve (lo llevan en unas parihuelas, sin ataúd), restregaran bien restregada la mano del cadáver por la puerta de la mezquita. En ese momento nos miramos las cuatro, cayendo en la cuenta de que habíamos puesto la boca en una puerta manoseada por todos los muertos chiítas de Bagdad y sus alrededores. Y a saber de qué habían muerto la mayoría.

Nos pasamos los días siguientes mirándonos al espejo con toda atención, casi esperando el momento en que los labios se empezaran a poner negros y se cayeran a trozos. Por lo tanto, y a pesar de lo sabio que se dice que es el refranero, hacerle caso también tiene sus riesgos.

martes, 12 de mayo de 2020

Cúpula dorada de la mezquita Al- Askari. Samarra, Iraq




La Mezquita Al Askari es uno de los sitios sagrados de la corriente chií del Islam. Es una de las mezquitas más importantes del mundo, construida en el año 944. Los restos del décimo y el undécimo imanes chiíes, Alí Al-Hadi y Hasan Al-Askari, mejor conocidos como los dos Askaris, descansan en el lugar, junto al santuario del duodécimo imán, el imán oculto Muhammad Al-Mahdi. El santuario Al Askari también se conoce como la Tumba o el Mausoleo de los Imanes.

El santuario ha sido restaurado y reconstruido muchas veces desde su construcción inicial. La última remodelación se llevó a cabo a finales del siglo XIX, y la cúpula dorada, con 72.000 piezas de oro, una altura aproximada de 68 metros y un diámetro de 20 metros, fue añadida en 1905.

El 22 de febrero de 2006 a las 6.55 dos explosiones ocurridas en la mezquita destruyeron la cúpula dorada y produjeron grandes destrozos. La Mezquita Al Askari es uno de los sitios sagrados de la corriente chií del Islam. Es una de las mezquitas más importantes del mundo, construida en el año 944. Los restos del décimo y el undécimo imanes chiíes, Alí Al-Hadi y Hasan Al-Askari, mejor conocidos como los dos Askaris, descansan en el lugar, junto al santuario del duodécimo imán, el imán oculto Muhammad Al-Mahdi. El santuario Al Askari también se conoce como la Tumba o el Mausoleo de los Imanes.

El santuario ha sido restaurado y reconstruido muchas veces desde su construcción inicial. La última remodelación se llevó a cabo a finales del siglo XIX, y la cúpula dorada, con 72.000 piezas de oro, una altura aproximada de 68 metros y un diámetro de 20 metros, fue añadida en 1905.

El 22 de febrero de 2006 a las 6.55 dos explosiones ocurridas en la mezquita destruyeron la cúpula dorada y produjeron grandes daños. El atentado nunca se ha aclarado, pero parece que grupos ligados con al-Qaeda en Iraq, entre ellos el del jordano Abu Musab al-Zarqawi, podrían estar detrás.

randes daños. El atentado nunca se ha aclarado, pero parece que grupos ligados con al-Qaeda en Iraq, entre ellos el del jordano Abu Musab al-Zarqawi, podrían estar detrás.


Así quedó la cúpula tras la explosión. Afortunadamente, estuve en Samarra antes del atentado, y pude ver la cúpula dorada en todo su esplendor.