domingo, 21 de junio de 2020

Un lunes (pero no un lunes cualquiera)

Como a tantísima gente, no me gustan los lunes. Aunque una vez metidos en él, la cosa no sea para tanto, mi humor no es el mejor.

Por eso hoy he rebuscado entre mis cuadernos de viaje en busca de un lunes que hubiera resultado espectacular. Y he dado con él. Menos mal que tengo la costumbre de poner, además de la fecha, el día de la semana, porque cuando viajo durante más de diez días, y sin mis referencias temporales habituales, generalmente pierdo la noción de en qué día de la semana me encuentro. Así, aunque he recordado muchas veces este día, hasta hoy no tenía ni idea de que hubiera sido lunes.

El domingo habíamos llegado a Nepal. Ya nos habíamos recorrido una gran parte del noroeste de la India, y el cansancio se empezaba a notar. Y no sólo el cansancio físico, pues veníamos directamente desde Benarés, que nos había dejado a todos un poco tocados. Por eso, cuando en Katmandú comprobamos que desde allí apenas había vistas del Himalaya, la mayoría del grupo pareció conformarse. Confieso que, en esos momentos, yo tampoco habría tenido iniciativa alguna pero afortunadamente dos personas decidieron, por su cuenta, emprender una excursión por carretera para acercarnos a algún lugar desde donde se vieran mejor las montañas. Se enteraron del mejor lugar, hicieron las gestiones para alquilar un taxi y lo propusieron al resto. Merche,  que me acompañaba se apuntó y me convenció a mí.

De forma que aquel lunes, a las cuatro de la mañana, ya estábamos en la puerta del hotel esperando a nuestro conductor. En ese momento nos daba un poco de envidia pensar que el resto del grupo se encontraba en sus camas, confortablemente bajo los edredones.

El sitio al que íbamos se llama Nagarkot. Está sólo a 35 km. de Katmandú, pero la subida era grande (a 2.286 metros) y la carretera muy sinuosa, así que nos habían advertido que tardaríamos por lo menos una hora. Como era noche cerrada, no había nada que ver, de forma que en el coche seguimos durmiendo. Aunque no del todo, porque aunque éramos bastante lanzadas y nuestro guía tenía todos los datos del taxista, decidimos que una de las cuatro estaría despierta, por turnos de 15 minutos, por si pasaba algo raro.

Vista desde Nagarkot
Llegamos sin incidentes a Nagarkot, y nos encontramos con que ya había unos franceses apostados en el lugar, con sus trípodes y sus cámaras. De momento sólo notábamos un frío horroroso, aunque ya se empezaba a vislumbrar algo.

La salida del sol fue espectacular. Desde allí se pueden ver veinte cimas de más de 6.100 metros de altura, desde el Everest al este hasta el Dhaulagiri al oeste. Y lo mejor es que no llegó nadie más, porque la gente que hace esta excursión prefiere ir a Dhulikhel, que tiene dos estaciones de montaña con buenos sitios donde dormir y comer, aunque como está unos 450 metros más abajo, se ven menos cimas. Nosotras estábamos allí en plena carretera, dando patadas al suelo para entrar en calor, menos cómodas pero encantadas de la vida. Afortunadamente era una buena época del año para tener cielos claros.

Nuestro taxista resultó ser una alhaja y, como era temprano, nos ofreció parar en Bhaktapur en el camino de regreso.

Bhaktapur es una ciudad preciosa, bien conservada y bien restaurada. Aquellos que hayan visto la película “Pequeño Buda” recordarán los escenarios en que se desarrolla la vida de Sidharta hasta que abandona su ciudad. Pues bien, esas escenas están rodadas en las calles de Bhaktapur, incluso las que se supone que ocurren en el interior del palacio.

La ciudad estaba empezando a animarse, aunque todavía no había ni un turista a la vista. Fuimos a la plaza principal, la plaza Taumadhi, donde se encuentran algunos templos en forma de pagoda. Otro edificio antiguo en forma de pagoda ha sido restaurado y transformado en restaurante-cafetería (en primer plano en la foto). Tuvimos que esperar un poco a que abrieran, subimos al primer piso y nos instalamos en una mesa junto a una ventana, donde tomamos un chocolate muy caliente para entonarnos un poco. El chocolate lo acompañaron con unos dulces de masa frita, de forma que estábamos desayunando lo más parecido a un chocolate con churros que se puede encontrar fuera de España.



Debajo de nuestra ventana empezaba a formarse un mercado y allí se instaló un vendedor de yogures. Por lo visto el asunto de comprar un yogur es algo más complicado de lo que pueda parecer a simple vista, ya que los presuntos compradores se lo tomaban como un asunto de importancia, a la vista del tiempo dedicado. Los yogures se vendían en unos cuencos grandes de barro, sin tapar, y todo el mundo metía un dedo en cada cuenco para comprobar la textura, supongo. Por si aquel manoseo no era suficiente, el vendedor, sin duda para demostrar que tenían un punto perfecto, plantaba la palma de la mano sobre el yogur y le daba la vuelta al cacharro, para que todo el mundo comprobara que no se caía. Estábamos muy divertidas, pero decidimos que allí debíamos contener nuestra costumbre de comprar cosas de comer por la calle.

Después de observar durante un rato todo aquel despliegue, bajamos a dar una vuelta por las calles y a visitar uno de los templos de la plaza. Y, con un poco de prisa ya, vuelta a Katmandú.

Cuando llegamos al hotel el resto del grupo estaba desayunando. Vimos en el buffet los grandes cacharros de yogur y nos entró la risa, preguntándonos si el fulano de Bhaktapur sería proovedor del hotel. Como era un hotel de lujo, decidimos que no era probable, pero por si acaso, al contar nuestra excursión, omitimos el detalle del “reconocimiento digital” de los yogures.

sábado, 20 de junio de 2020

Fronteras


En mis 60 años de vida he cruzado muchas fronteras, tantas que no sabría decir cuantas: 33 países, 4 continentes. He pasado por situaciones absurdas y surrealistas, como tener que pasar dos fronteras sin salir de una isla  (Chipre), o que me revisaran hasta el interior del tubo de la pasta de dientes (Iraq). Me han registrado, cacheado, interrogado, casi mirado la cara al microscopio para asegurarse de que era la misma persona de la foto del pasaporte. Incluso siendo una pasajera en tránsito que sólo iba a estar un ratito en el aeropuerto para seguir hacia otro país (Miami camino de Guatemala, Frankfurt camino de Bombay). Pero hoy voy a escribir sólo de pasaportes. Al finalizar 1.996 yo tenía el pasaporte lleno de sellos, pero todavía en vigor y con páginas libres. Pero en el verano de 1.997 fui  Israel, y me informaron de que el pasaporte no podía tener un sello de ningún país musulmán. Y el mío para entonces tenía ya sellos de Egipto, Siria, Jordania. Iraq. Yemen, Pakistan, Marruecos y Líbano. Así que me hice un pasaporte nuevo. Tuve que explicarle a la asombrada funcionaria de la comisaría el motivo, porque no comprendía mi solicitud, teniendo aún un pasaporte perfectamente válido. Y allí estaba yo, en el aeropuerto de Barajas, con mi pasaporte impoluto, cuando nos dicen que nos pongamos en fila para un interrogatorio. Cerca del control de pasaportes colocan unas mesitas y nos ponemos en fila de a uno  delante de cada mesa. Vamos pasando por orden y un funcionario, no sé si español o israelí nos interroga:

-  ¿Quien hizo su maleta?
- Yo
- ¿Dónde estaba en el momento de hacer su maleta?
- En mi casa
- ¿Había alguna otra persona con usted en ese momento?
- No
- ¿Ha estado usted en el último año en algún país árabe?
- No (imagino su cara si hubiera visto el pasaporte que dejé en casa, con sellos recientes de Siria y Líbano)

Imagino que habría más preguntas que hacer en caso de resultar sospechosa, pero debí resultar comvincente y ahí terminó el interrogatorio. El tipo me dijo que me levantara y dejara el sitio al siguiente.

Muy bien, -me dije para mis adentros-, vaya mierda de seguridad. Como que si yo fuera una terrorista o una espía no vendría preparada con un pasaporte virginal y hubiera ensayado este interrogatorio de chichinabo mil veces.

El viaje por Israel transcurrió sin incidentes. Al año siguiente, Semana Santa de 1,998, fui a Uzbekistán. Pero para la ida no había billetes de ida en un vuelo directo. Y se me informa que iremos vía Turquía, aprovechando para pasar dos noches y un día en Estambul y ¡oh sorpresa! no me dejan entrar en Turquía si el pasaporte tiene un sello de Israel. Así que vuelta la comisaría, vuelta a contar a mi "amiga" la historia. Y con mi pasaporte nuevecito pude entrar en Turquía, pasar un par de noches en Estambul y seguir a Uzbekistán. A mitad de la quincena  en Uzbekistán pasamos a Tayikistán, solo unos pocos kilómetros para visitar un yacimiento arqueológico (calculo que no llegamos a estar en el país ni dos horas), y otro numerito de circo en la frontera. Nos apartan a  un lado, nos tienen allí ni se sabe el tiempo. Y todo porque no coincidía exactamente la lista de personas que íbamos con la lista que se envió para pedir el visado. Una persona que se apuntó al viaje al principio, finalmente no fue, y habla esa importantísima diferencia que nos costó horas que entendieran. En Asia Central  se nota que han pertenecido a la Unión Soviética. Se les han quedado todos esos tics paranoicos.

El viaje de regreso a España fue directo, por suerte, y no tuvimos que pasar por Turquía, aunque ya, lo mismo daba.

Yno tengo nada más que comentar sobre fronteras, pero contestaré a cualquier pregunta que se os ocurra.

viernes, 19 de junio de 2020

Elogio de la locura (2)




Tumba de Salim en Fathepur Sikri
   El emperador Akbar, tercero de los emperadores mogoles de la India, tenía todo lo que podía desear, menos un heredero. Hombre muy religioso, hizo una peregrinación a la ciudad santa de Ajmer, un centro de la secta sufí del Islam. De regreso pasó por un pueblecito donde vivía un santo sufí llamado Salim, al que fue a visitar. Salim le dijo que tendría no uno, sino tres hijos.

Entusiasmado, Akbar hizo construir una residencia en aquel pueblecito, donde meses después, el 30 de agosto de 1569, nació su hijo, al que llamó también Salim (aunque luego reinó con el nombre de Jahangir). En agradecimiento, Akbar decidió construir en aquel sitio una gran ciudad a la que trasladaría su capital, que entonces estaba en Agra, a 35 km.

En aquel lugar había una loma rocosa de unos 3 km. de largo y 1’5 km. de ancho. Akbar ordenó cortar la cima para hacer sitio a la ciudad. Al pie de la loma creó un lago artificial de 33 km. En poquísimo tiempo se levantó una ciudad completa, toda tallada en piedra arenisca roja. La llamó Fatehpur Sikri.

Un sacerdote español que por entonces estaba por allí cuenta que el emperador estaba tan impaciente que él mismo se ponía a ayudar a los trabajadores en la cantera, para que el trabajo fuera más rápido.

Cuando los embajadores de Isabel I de Inglaterra visitaron a Akbar en 1583, se asombraron al encontrar una ciudad que tenía más población y más riqueza que Londres. Solamente la mezquita imperial tenía sitio para 10.000 personas.

Celosía tallada en mármol en la tumba de Salim.
Toda la ciudad,tanto la piedra roja
como el mármol, parece tallada por un orfebre
   Sin embargo, la ciudad sólo se ocupó durante quince años. Dicen que cuando murió el santo Salim, Akbar, además de construirle una tumba maravillosa de arenisca roja recubierta de mármol blanco, quiso que descansara en paz y abandonó el sitio. Otros dicen que el problema de la ciudad era la falta de agua. También que Fatehpur Sikri no estaba bien defendida, porque su muralla era más simbólica que otra cosa, y el emperador prefirió regresar a Agra, ciudad que nunca había dejado del todo. El caso es que quedó intacta pero abandonada. Otra locura maravillosa. A día de hoy muchas mujeres acuden a visitar la tumba de Salim para pedir un hijo. Como recuerdo de su petición, dejan un lazo atado a las celosías

Y aquí está Carmina, en Fathepir Sikri en 1.985. Si hubiera sabido que veríais esta foto,
hubiera posado más sonriente.

jueves, 18 de junio de 2020

Elogio de la locura (1)


Voy a tomar prestado el título y un par de ideas a Erasmo de Rotterdam para comenzar a hablar sobre aquellas obras que me impresionaron y que tienen en común que deben su existencia a personas que no estaban muy en sus cabales. Locura como fuente de la que emanan obras originales. Tal como escribe Erasmo, los locos y los que no se rigen por juicios establecidos son los que llegan a la grandeza. También es cierto que probablemente dejaron muchos cadáveres por el camino, pero también otros lo hicieron y no dejaron al mundo belleza alguna. No voy a juzgar aquí a ninguno de estos “locos”. Hoy no me apetece hacerlo y os pido que tampoco vosotros lo hagáis. Vamos a limitarnos a disfrutar de la belleza y de los resultados de tan creativa locura.


   En el último cuarto del siglo V, Kasyapa, primogénito del rey Dhatusena de Anuradhapura, temía ser suplantado en la sucesión al trono por su hermanastro menor Mogallan (cuya madre tenía sangre real, mientras que la suya era plebeya). Kasyapa se apoderó del trono y encarceló a su padre, mientras que su hermano Mogallan huyó a la India.

El temor, la arrogancia y la ilusión de creerse un dios condujeron a Kasyapa a construir su palacio sobre la roca de Sigiriya, un impresionante monolito de piedra roja que se levanta a 180 metros por encima de la jungla. Siete años después de su llegada al trono, en el año 477, Kasyapa pudo trasladarse a su fabuloso palacio nuevo. Once años más tarde, el 495, bajó de su inexpugnable ciudadela para salir al encuentro de Mogallan, que había vuelto de la India con un ejército. En lo más encarnizado de la batalla, el elefante de Kasyapa se dio cuenta de que había arenas movedizas delante de él y repentinamente giró hacia un lado. Su ejército, creyendo que su jefe se batía en retirada, se dispersó en medio de la confusión. Kasyapa quedó indefenso, desenfundó su daga, se la clavó en la garganta y la enfundó de nuevo antes de caer muerto.
Jardines de Siguiriya
   Mogallan volvió a trasladar la capital a Anuradhapura, así que la vida de esta extraordinaria ciudad fue sólo de once años. Sin embargo, durante los siglos siguientes la gente continuó acudiendo y escalaban la roca sólo para admirar el panorama y los extraordinarios frescos llamados “Las doncellas de Sigiriya”. Aunque las inscripciones hablan de más de quinientos, hoy no quedan más que diez y ocho retratos pintados al temple sobre la pared de roca. No se sabe si eran mujeres del harén o apsaras, unas ninfas que viven en el cielo y proceden de un reino de luz radiante. Sean quienes sean, se han convertido en una de las imágenes más reproducidas de Ceilán y el objetivo principal de la visita a Sigiriya.




No es Sigiriya la única ciudad fantasma construida por un genio enloquecido y abandonada en cuanto éste muere: Tell el Amarna con Akhenaton o Fathepur Sikri con Akbar son otros ejemplos. Otro día nos pasaremos por allí.





miércoles, 10 de junio de 2020

Dientes, pelos y costillas. Birmania, Sri Lanka, India

Lugar de veneración del diente de Buda en Kandy  (Ceilán)

1.985. Mi primer viaje a India, Concretamente, la ruta de los emperadores mogoles,es decir, el norte del país. Y como complemento, ya que estamos cerca, Nepal. 1,995. Diez años después, el sur de India y Sri Lanka, el antiguo Ceilán, también llamado, por la forma de la isla, "la lágrima de India".

El año anterior, 1.994,  había estado  en Pakistán, país que me resultó  sorprendente, entre otras cosas, porque encontré muchos más vestigios budistas de lo que me esperaba, multitud de stupas, por ejemplo en lugares como Taxila y Jaulian se concentran muchísimas stupas votivas y estatuas de Buda.

Según la tradición Buda, a su muerte, fue incinerado. Como es de esperar, muchos lugares pugnan por tener reliquias de Buda, Tras mis viajes a varios países budistas yo creía recordar que las cenizas  de Buda habían sido divididas en cuatro partes y enviadas a cuatro reinos (no recuerdo si eso me lo dijeron en India, Nepal, Sri Lanka o Mianmar) pero, cuando he ido a asegurarme del dato para escribir esto, me he encontrado con tradiciones contradictorias y algo mucho más complicado. Como qu los resto se dividieron en ocho partes, una de las cuales quedó en la pagoda Swedagon de Yangon ( Mianmar), donde estuve en 1.997 (como veis, tengo motivos para quedar hecha un lío), donde también se encuentran, presuntamente, ocho cabellos de Buda.


Pagoda Swedagon, en Rangún
Según la leyenda, entre las cenizas se hallaron también cuatro dientes que según una tradición repartieron entre cuatro territorios diferentes:


Diente de Kandy
   Los cuatro dientes (caninos) se repartieron entre cuatro territorios diferentes: uno fue robado por un monje entre los restos de la cremación, pero el dios Sakra se hizo con el y se lo llevó al cielo.  Otros dos dientes también volaron al cielo, después de un intento de destruirlos por parte de los dos reyes que se habían adueñado de ellos, por miedo al gran poder de Buda.  Por lo tanto en la Tierra sólo quedó uno, el que fue regalado al rey Brahmadatte de Dantapuri, en el estado de Orissa. Pronto el diente se hizo famoso por ser un ‘creador de reyes’, porque cualquiera que reivindicase con éxito su posesión estaba destinado a gobernar. Después de muchas guerras para adueñarse de esta preciosa reliquia, en el siglo IV el diente había llegado a las manos del rey Guhasiva de Kalinga el cual, temiendo que terminara en manos de sus enemigos, lo confió a su hija, la princesa Hamamali quien, junto con el príncipe Dantakumara lo llevaron, escondido en el peinado de la princesa, a Sri Lanka.  La leyenda asegura que aquel que poseía uno de los caninos tendría el poder sobre su territorio, por lo que la contienda por el diente que poseía Kalinga no se hizo esperar. Fue este el motivo por el que, alrededor del siglo IV d.C., el rey Guhasiva de Kalinga se vio obligado a enviar el diente a otro lugar donde poder esconderlo, concretamente a Sri Lanka, isla en la que el budismo recién comenzaba a instaurarse. De este modo, el rey entregó el diente a su hija,  la princesa Hemamali. La princesa hizo un complicado peinado con su largo cabello y en esa masa oscura ocultó el diente. Así salió a escondidas la reliquia. que viajó por mar a Ceilán.  Acompañada del Príncipe Danta, abandonaron la India en la desembocadura del Ganges hasta alcanzar las costas del norte de Sri Lanka, donde el rey de Anuradhapura, por aquel entonces primera capital de la isla, ocultó el diente.


Anuradhapura, primer lugar donde recaló el diente en Sri Lanka
Durante los siglos siguientes el diente circuló por diversas ciudades, entre ellas Polonnaruwa o Gampola, con tal de protegerlo de las constantes invasiones que pretendían hacerse con la reliquia. Fue durante la llegada de los portugueses en 1505 cuando los custodios del diente descubrieron que, posiblemente, este debía ser oculto en un lugar aún más secreto, de ahí que este fuese escondido en la ciudad de Kandy, situada entre altas montañas y plantaciones de té.


Hemamali y Danta sacan
el diente de Buda
de India a Sri Lanka

Cuando en el siglo XVI las primeras potencias coloniales (los portugueses) llegaron a la isla invadieron inicialmente la costa. Kandy, donde estaba en ese momento custodiado el diente, se encuentra en el interior, en una zona montañosa y no de fácil acceso. Por lo tanto durante un cierto tiempo el diente permaneció tranquilo. Cuando los ingleses llegaron hasta allí destruyendo las defensas de Kandy, lo primero que hicieron fue poner bajo su protección la reliquia. En 1818 comenzó la guerra de independencia durante la cual el diente permaneció durante algún tiempo bajo el control británico. En 1853 fue oficialmente devuelto a las autoridades de Sri Lanka y cuando, en 1948, la isla se independizó definitivamente del imperio británico, el diente fue considerado el símbolo del rechazo a la sumisión imperialista.


Polonarwa


Relicario del diente en Kandi
   Sea como fuera, en Kandi, ciudad situada en el centro de la isla, en las montañas. Hay un templo donde se venera uno de los supuestos dientes, el que el rey Guhasiva de Kalinga hizo llegar a Ceilán. Y en ese templo, en el interior de una especie de relicario se guarda el diente, que se enseña tres veces al día a los numerosos peregrinos que visitan el lugar. La urna se abre cada cinco años y en la luna llena entre julio y agosto tiene lugar cada año  un gran festival, Esala Perahera con una procesión de elefantes ricamente engalanados. El más grande ,  el "Maligawa Tuskral" lleva sobre el lomo la urna con el diente.  En ese desfile intervienen los famosos bailarines de Kandi.

El diente es, sin lugar a dudas, símbolo de Sri Lanka y su emblema nacional





Festival Esala Rerahera


Pero, por qué existen otros dientes de Buda en el mundo? Kubilai Khan (el Gran Can de Marco Polo) quería poseer una reliquia de Buda y la pidió a Kandy a través de sus emisarios. Le fue enviado el diente, probablemente un falso, y durante más de mil años se convirtió en la reliquia más famosa de China, conservada en un templo cerca de la Ciudad Imperial.


Con la llegada del comunismo los chinos no le dieron mucha importancia. En los años cincuenta, Birmania pidió prestado a China el diente para una exposición. Los chinos se lo enviaron sin ninguna intención de que le fuera devuelto, pero más tarde, cuando comprendieron la importancia de la reliquia lo reclamaron. Los birmanos, privados de la reliquia, consiguieron una copia (un falso de un falso), para poderlo venerar. Birmania (hoy Myanmar) es actualmente uno de los países budistas en el mundo con mayor devoción.

Por último, existe la leyenda de que existe otro pelo que es el que mantiene en equilibrio la Roca Dorada de Myanmar.


La Roca Dorada Birmania

Gran Stupa Dorada en Laos
    Y finalmente se venera  una costilla que supuestamente también sobrevivió a la cremación se encuentra en la Gran Stupa Dorada de Pha That  Luang en la capital de Laos, donde fue llevada por el emperador Ashoka, quien tras convertirse, hizo en su día el budismo religión oficial de la India.


martes, 9 de junio de 2020

Nuevas experiencias. Bulgaria

Ya estoy en casa. Con muchas fotos y muchas anécdotas. Pero no os preocupéis, que no os voy a someter a esa tortura disfrazada que es el relato de las vacaciones, porque la verdad es que unas vacaciones le importan sólo al interesado, y para el resto de la humanidad el tema se convierte en todo un rollazo. Sólo voy a comentar aquellas cosas que en estos doce días he hecho por primera vez.

He subido en telesilla.

   Ya sé que es una cosa muy corriente que posiblemente muchos hayáis probado, pero servidora es de puerto de mar, no frecuenta las estaciones de esquí y, aunque ha hecho varios trayectos en la cabina de un telesférico, nunca había probado eso de ir colgada de un cable, sin nada más que una diminuta barrita metálica para poner los pies.

   Cuando subes a las atracciones de Isla Mágica o Port Aventura, te envuelven en protecciones acolchadas, te rodean de poderosas barras de acero y te sientes más resguardada, pero eso de ir a cuerpo gentil suspendida sobre un abismo sin más que una fina barra donde apoyar los pies,  al principio da como qué sé yo, y te preguntas si serás capaz de subirte y bajarte correctamente en marcha, porque el chisme no se detiene ni afloja la marcha.

Pero luego todo va perfectamente, y al minuto estás disfrutando de la sensación de un absoluto silencio a tu alrededor y unas vistas maravillosas. La foto está hecha a mitad de la bajada (el final está en aquella mancha clara al final del pasillo entre los abetos), en la estación de esquí de Pamporovo. Al ver la foto parece que iba a metro y medio del suelo, pero os aseguro que no era así. En varias partes del trayecto la caída era de muchos, muchos metros.

He empezado las comidas con aguardiente.

   Cuando pedíamos cerveza o vino para la comida, no había forma de que nos trajeran las bebidas hasta el segundo plato. Preguntamos y resultó que en Bulgaria la comida comienza con una ensalada con pepino, tomate, col y zanahorias ralladas, yogur mezclado con queso, pimientos asados y a veces berenjenas casi trituradas. Y acompañada de un vasito de aguardiente. Con las demás bebidas no se empieza hasta el segundo plato. Cuando explicábamos que en España los licores de ese estilo se toman después del postre, ponían cara de estar pensando “Qué raros son esta gente”.

Por supuesto, nos entró la curiosidad y probamos en varias ocasiones, con diferentes tipos de aguardiente. No puedo decir que sea algo que vaya a cambiar mis costumbres, pero el que sienta curiosidad que lo pruebe, que tampoco pasa nada.

He disfrutado de una sauna privada.

Nunca había tenido sauna dentro de mi propia habitación, y en Veliko Tarnovo me dieron una suite fantástica (del tamaño de un apartamento bastante apañado) con sauna, jacuzzi, y colchón de agua en la enorme cama.

Lo del colchón de agua es divertido. Al principio cualquier movimiento desencadena un oleaje que te desconcierta, pero en poco tiempo te acostumbras. En cuanto a la sauna, la usé, por supuesto.

En realidad todos los hoteles en los que estuve eran muy buenos, excepto en un pueblo pequeño en el que el mejor que había era uno de tres estrellas algo antiguo.

He probado rosas en forma de confitura y licor.

Mermelada de rosas
   Las rosas son uno de los principales productos de Bulgaria. Aunque la mayoría de la cosecha se destina a elaborar aceite de rosas para la perfumería francesa e inglesa, también se usa mucho para licores y mermeladas.
Licor de rosas
    Parece ser, además, que la mermelada de rosas es un laxante natural.

Lo mejor del viaje: los monasterios, eremitorios y las iglesias con los muros totalmente cubiertos de frescos. Sencillamente impresionantes. En algunos lugares se concentran más de una veintena También el casco antiguo de ciudades como Plovdiv, por ejemplo, y la arquitectura popular de los pueblos pequeños.





Plovdiv

Iglesia rupestre de Boyana

Por lo demás, y resumiendo mucho para no aburriros, muy bien. He comido estupendamente, he conocido a gente muy agradable, me he reído muchísimo. El país es bonito y barato. Todavía tiene que mejorar mucho en carreteras, por ejemplo, pero todo se andará. Ahora mismo se ven obras de restauración de monumentos y mejoras generales por todas partes, lo que quiere decir que dentro de algunos años todo habrá cambiado bastante.

lunes, 8 de junio de 2020

Ojos de Buda. Stupa Svayambunath. Kathmandu. Nepal.



Svayambunath, a 3 kilómetros de Katmandú, es una stupa antiquísima que está situada sobre una colina y que se ha convertido en un importante centro de peregrinación budista.

La stupa está concebida como símbolo cósmico, conmemorativo del paranirvana de Buda: sobre una gran plataforma (medhi), a modo de altar sacrificial, que significa la tierra, se levanta el cuerpo central semiesférico, macizo, que representa la bóveda celeste (anda). Encima, una empalizada cuadrangular (harmika) alude al lugar donde reside la esencia divina, y protege la parte superior del eje del universo (yashti), que hipotéticamente atraviesa la bóveda. Rematando el eje aparecen varios discos decrecientes (chatravali), que se adaptan a la forma de una sombrilla sagrada, queriendo insistir en la dignidad de la reliquia en cuestión (cuantos más chatravali, más sagrada). El peregrino debía acercarse desde el este, y rodearla de izquierda a derecha (dejando siempre el monumento a su derecha) en el sentido en que las estrellas circundan el firmamento.




Esta stupa tiene como parte de su decoración los ojos de Buda pintados en la harmika. El signo que se encuentra bajo los ojos es el número nepalí ek, símbolo de la unidad.

domingo, 7 de junio de 2020

Yerebatan Sarayi. Estambul


La Cisterna Basílica (en turco, Yerebatan Sarayi, “Palacio Sumergido”) es la más grande de las 60 antiguas cisternas construidas bajo la ciudad de Estambul. Esta cisterna es una cámara subterránea de aproximadamente 143 metros por 65 metros (alrededor de 9.800 metros cuadrados de superficie) capaz de albergar 80.000 metros cúblicos de agua).

El techo está soportado por 336 columnas de mármol, de más o menos 9 metros de alto, dispuestas en 12 filas de 28 columnas separadas entre sí 4,8 metros. Los capiteles de las columnas son principalmente de estilos jónico y corintio, a excepción de unas pocas de estilo dórico sin grabados. Las columnas fueron traídas a Constantinopla desde templos paganos de Anatolia.



   Situadas en la esquina noroeste de la cisterna, las bases de dos columnas reutilizan bloques tallados con el rostro de Medusa. El origen de las dos cabezas es desconocido, se cree que las cabezas fueron traídas a la cisterna tras ser retiradas de un edificio del último periodo romano. Una de las cabezas está colocada boca abajo y la otra tumbada de lado. La tradición dice que los bloques están orientados así para anular los poderes de la mirada de la Medusa, que convertía en piedra a quien se atrevía a mirarla.

viernes, 5 de junio de 2020

Lago Atitlán, Guatemala


Hace 85.000 años, una gran erupción que envió cenizas volcánicas hasta Florida y Panamá hizo que el terreno se hundiera y se formara un gran agujero que pronto se llenó de agua: el lago Atitlán. Miles de años después emergieron de las aguas de la parte sur del lago otros volcanes: el San Pedro, el Atitlán y el Tolimán. Cruzar en barca este lago rodeado de volcanes bien vale las tres horas de autobús desde Antigua, y eso sin contar la visita de los pueblos situados en las orillas.

Por cierto, antes de salir para esa excursión en barco a través del lago yo estaba desayunando muy tranquila en Antigua, en el hotel. Yo viajaba sola y estaba sentada en una mesa redonda puesta para ocho personas. A mitad de mi desayuno, una señora mexicana se sentó en la misma mesa. Unos minutos después la señora se levanta apresuradamente y se mete debajo de la mesa. Yo comprendí en seguida: el suelo  estaba temblando.  Curiosamente no me alteré lo más mínimo. El camarero se dirigió a mi diciendo: "Tranquila, este es de los flojitos". Yo ni siquiera solté la taza. puede decirse que estaba "disfrutando de la sensación de sentir un terremoto". Cuando todo pasó, la mexicana salió de debajo de la mesa y, como un poco avergonzada me confesó que, desde el terremoto de México de 1.985, le aterrorizaban y no podía evitar hacer lo que había hecho. Le sorprendió que yo hubiera  continuado desayunando con tanta sangre fría. Fue mi primer terremoto y el único real. Después hubo otro, pero falso, en un simulador de terremotos en el Museo de la Ciencia en Londres, cuando llevé a 35 alumnos de 3º de BUP a esa ciudad. Sinceramente, yo he estado en atracciones de feria que resultan más desagradables que aquel terremoto de Guatemala. He buscado los datos. Fue el 2 de marzo de 1,998 y, efectivamente no hubo muertos ni heridos ni se reportaron daños materiales. La intensidad fue de 5´6.


jueves, 4 de junio de 2020

templo de Shiva. Isla Elefanta



Una noche en tren, un larguísimo viaje en avión (Madrid-Frankfurt-Nueva Delhi-Bombay) y directamente al puerto de Bombay: hay que aprovechar la marea. Casi una hora de barco y, por fin, la isla Elefanta. Mi primer contacto con India: el santuario dedicado a Shiva excavado en la roca. Silencio, fresco, tranquilidad.

En ese momento se me olvidó que estaba cansada, que estaba deseando darme una ducha, que tenía sueño y hambre, y empezó mi larga historia de amor con la India, que dura hasta hoy.

martes, 2 de junio de 2020

Catedral de Santo Tomás. Madras. India

La ciudad de Madrás es famosa por muchos motivos: entre otros varios, por poseer la segunda playa más larga del mundo, por sus famosas sedas (hay incluso un tipo de estampado concreto llamado Madrás) y por ser el lugar donde, según la leyenda, fue martirizado el apóstol Tomás.

Sea verdad o leyenda, en esta región se encuentra una cruz en un bajorrelieve de granito con una inscripción en pahlavi (persa antiguo) datada en el siglo VII, y la tradición de que fue allí donde murió Santo Tomás es muy fuerte en la zona. Es cierto también que en el Malabar o costa oeste del sur de la India, todavía existe un grupo de cristianos que aún usan un tipo de siríaco como lengua litúrgica. Sea como sea, alrededor de un 8% de la población de la ciudad de Madrás es católica.

   La catedral, llamada de Santo Tomás, está presidida por esta imagen de Cristo que ha adoptado parte del estilo y la iconografía de las imágenes del hinduísmo, como la flor de loto donde se apoya o la pareja de pavos reales (la fotografía está hecha en el momento en que movieron uno de ellos) que lo flanquean.

Si traigo aquí esta imagen es por la curiosa iconografía que presenta. El llamado "Cristo sacerdote" (por sus vestiduras) sobre una flor de loto y flanqueado por dos pavos reales.

En el hinduísmo cada divinidad tiene un animal que le sirve de montura. El pavo real es la que corresponde a Karttikeya, hijo de Siva y Parvati que dirige los ejércitos de Siva contra los demonios.

El loto, por su parte, aunque sea más frecuentemente asociado al budismo, es un símbolo muy importante para las religiones de origen índico y ya tenía una fuerte carga simbólica en el hinduísmo anterior al budismo. Representa la completa purificación del cuerpo, la palabra y la mente, y la eclosión de las acciones positivas en la liberación. El loto remite a varios aspectos del camino, ya que crece en el lodo (samsara), a través del agua barrosa, pero aparece inmaculado sobre la superficie (purificación), y finalmente produce una hermosa flor (la iluminación). La flor abierta significa la iluminación completa, y la flor cerrada significa el potencial para la iluminación. El color de la flor de loto también tiene connotaciones simbólicas.

Curiosa mezcla.

lunes, 1 de junio de 2020

La (pasión) cogorza turca



Cuando viajo sola lo hago según itinerarios ya muy trillados, llevando de antemano todo el asunto de los desplazamientos y el alojamiento arreglado, aunque de forma que conserve cierta libertad y, sobre todo, independencia. Pero cuando he viajado con ese grupo de gente algo chalada con la que he ido a esos sitios tan poco frecuentes, muchas veces ha resultado que hemos ido abriendo rutas que luego las agencias han aprovechado.

Para preparar un viaje, el que hace las veces de jefe del grupo se presenta en la agencia con un mapa y dice: “queremos ir aquí, aquí y aquí”. Lo que ocurre es que el mapa muchas veces corresponde a mediados del segundo milenio a. C., por ejemplo y la ruta que queremos recorrer no tiene nada que ver con los recorridos habituales que se hacen por ese país, y las ciudades que aparecen en ese mapa ya no existen, o se llaman de otra forma, o están deshabitadas y lejos de cualquier carretera medio decente Porque resulta que la mayoría de mis compis de viaje se dedican a la arqueología o a la historia antigua. Precisamente lo que los une es que todos fueron alumnos de un famoso profesor de universidad de esa materia. Más de una vez nos han hecho un itinerario a medida y un par de años después lo hemos visto en el catálogo de la agencia. También los guías, una vez en el país en cuestión, nos han comentado que al llegar a sus manos el trayecto que teníamos que hacer se han dado cuenta de que éramos un grupo poco corriente, por los sitios tan recónditos que queríamos visitar.

Esa particularidad nos ha llevado a veces a lugares donde no había llegado jamás un grupo de turistas, con situaciones bastante curiosas. Por ejemplo, un pueblecito de Turquía bastante alejado de las rutas habituales, pero que nos venía de perlas para pasar la noche, teniendo en cuenta el camino que íbamos a hacer al día siguiente. El pueblo en sí no tenía nada de particular, pero al menos contaba con un lugar muy limpio donde alojarnos, lo que ya era bastante.

La llegada fue apoteósica. El Ayuntamiento en pleno, los niños del colegio agitando banderitas y un grupo folklórico tocando música. Aquello parecía una secuencia de “Bienvenido Mr. Marshall”. Estaban tan emocionados que nos invitaron a una boda que se celebraba esa misma tarde. Allí en el pueblo nadie entendía ni una palabra de castellano, y sólo dos o tres chapurreaban algo de inglés, pero nos hicieron comprender que estarían encantados de que asistiéramos a la fiesta. Estábamos seguros de que aquello daría que hablar para años y años.

No queríamos abusar, de forma que nos presentamos al final de la fiesta, cuando ya la cena (o lo que fuera que hubiera habido) había terminado. Había pequeños dulces, muy empalagosos, con mucha miel, alcohol en cantidades industriales, música y baile. Los novios y sus padres se pusieron como en fila, y todos pasamos saludando uno a uno. Los señores, todos con unos bigotazos enormes, nos arreaban unos besos tremendos, muy entusiasmados por la novedad. Se notaba que llevaban ya unas cuantas copitas encima.


Después del saludo, y antes de que nos diéramos cuenta, teníamos todos en la mano un vasito con un licor tipo aguardiente, fuerte de narices. Eso sí, al segundo vasito la lengua ya la tenías medio acorchada y dejabas de sentir lo fuerte que era. Al tercer vasito la garganta empezaba a anestesiarse, y ya no quemaba. Comíamos dulcecillos de aquellos, para que aquel fuego líquido no cayera en estómago vacío, pero el maldito licor nos iba tomando la delantera poco a poco.

Las viejucas con pañuelo en la cabeza, sin embargo, trasegaban como si nada. Mis amigos, sumamente ofendidos porque aquellas abuelillas bebían como si fuera agua, se picaron, y al poco rato todos estábamos como cubas. Todos los españoles, claro. Los turcos parecía que habían estado bebiendo Fanta.

Cuando nos fuimos la fiesta estaba en su punto álgido, pero nosotros íbamos andando hacia nuestro alojamiento de dos en dos, apoyándonos cada uno en el otro para que no nos fallaran los pies. Al día siguiente teníamos un dolor de cabeza horroroso. Creo que fue, de todos los desayunos que hemos hecho juntos en todos estos años, el único en el que hubo silencio absoluto. Ni siquiera removíamos el café, por no oir el ruidito de la cucharilla.

Confraternizar con la población autóctona hasta esos límites puede ser muy peligroso.