lunes, 13 de julio de 2020

Un lugar imposible de inventar. Benarés, India



Benarés es una ciudad única en el mundo, y no lo digo por sus monumentos, ni por sus paisajes, ni por sus fiestas, su artesanía o su gastronomía. Es el lugar donde cualquier persona con más sensibilidad que prejuicios deja de lado todo lo que hasta ese momento ha pensado, sentido o creído, y llega a pensar que no sólo está realizando un viaje en el espacio, y hasta en el tiempo, sino también algo más, difícil de explicar.



Después de atravesar una masa humana como no verás en ningún otro lugar de la India, llegarás a los ghats que bajan hasta la Madre Gangá, el Ganges. Si tus prejuicios superan a tu sensibilidad, te fijarás especialmente en que hay mucha suciedad por las calles de esa ciudad medieval, algo inevitable en un lugar donde confluyen diariamente miles de peregrinos, te desconcertará el hecho de que no haya límites bien marcados entre la muerte y la vida, lo sagrado y lo profano, el misticismo y la vida cotidiana. No estamos acostumbrados a culminar un viaje al centro de nuestra alma a escasos centímetros de un barbero que afeita a su cliente, o a que los niños jueguen zambulléndose muy cerquita de una pira donde se incinera un cadáver mientras los familiares varones del fallecido contemplan, sin llantos, como el cuerpo material se descompone al separarse los cinco elementos de los que está formado. Ese aparente caos, que permite que todo se mezcle, de entrada repugna a nuestra tendencia a la clasificación, al orden. Si podemos superarla durante un rato a lo mejor llegamos a comprender el lazo emocional que une a aquella gente con el río, su lazo sagrado con la naturaleza.



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