viernes, 15 de mayo de 2020

El día en que nací por segunda vez

COMPLEJO FUNERARIO DE FARAÓN DZOSER EN SAKARA
Las dos cosas más interesantes que he hecho en mi vida han sido viajar y dedicarme a la arqueología durante ocho años. Los viajes me han proporcionado algunas experiencias tan increíbles que parecen inventadas, y es que hace ya muchos años di con un grupo de gente muy especial, que tenía la particularidad de que viajaba a esos sitios donde todavía no viajaba nadie, lo que me llevó a algunos destinos muy poco habituales.

Al principio los viajes eran normalitos (Italia, Inglaterra, Grecia, Egipto…). Luego nos fuimos envalentonando y acabamos con un pasaporte que parecía propiedad del famoso Carlos, aquel terrorista tan buscado: Irak (en la época en que todavía estaba en guerra con Irán), Líbano (la vuelta de aquel viaje fue una verdadera odisea, por culpa de un bombardeo israelí), Uzbekistán, Pakistán (luego me enteré de que habíamos estado tan campantes en el lugar más peligroso del mundo en ese tiempo, aunque aparentemente todo estuviera tranquilo)… En fin, poco a poco iré intercalando esos relatos, que tampoco quiero saturar al personal de ese tipo de anécdotas (los que sean de mi quinta se acordarán del Capitán Tán, un personaje del programa de televisión Antena Infantil, que siempre estaba diciendo: “en mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo…”).

En fin, El Cairo, noviembre de 1983 (esto me recuerda otra serie de televisión; la vieja de “Las Chicas de Oro” siempre empezaba así las historias). Carmina tiene 24 añitos recién cumplidos y no se piensa mucho las cosas antes de hacerlas. Ella y sus amigos están hasta el copete del guía egipcio, que es un beduíno convencido de ser superior al resto de los mortales, y han decidido que no van a pasarle ni una más. Al día siguiente van de excursión a Sakkara, y como la carretera sólo llega hasta un punto, han de hacer el resto del recorrido en camello, caballo o calesa. Calesas hay muy pocas, y suelen dejarlas para las personas mayores; el camello tiene ese paso tan incómodo que te deja destrozada, así que deciden ir a caballo. En ese momento se están tomando unas copas impresionantes de cerveza helada en el bar del Holiday Inn porque, aunque sea noviembre, hace un calor tremendo. Y a alguien se le ocurre la idea: “Hacemos una carrera, y el último en llegar paga las cervezas”. Maireen ha montado mucho a caballo desde pequeña, y no le parece mal la idea; hasta puede ganar.

Y entonces el hp del guía le dice a un amigo de Carmina que cómo se rebaja de esa manera, que ganarle a una mujer no tiene mérito alguno. La cosa se va calentando y al final la famosa carrera de las cervezas ha pasado a ser un desafío entre Carmina y el guía. Todos los del grupo confían en ella para que dé su merecido al odioso tipo y dejan muy claro que el honor de todos descansa en aquella carrera.

Al día siguiente, llegados al lugar donde se deja el autobús, empieza el desafío. Durante la mañana se va a hacer un trayecto en forma de triángulo: de la salida al complejo funerario de Zoser, de allí al Serapeum y vuelta al punto de partida. Uno de los amigos de Carmina graba la carrera con su cámara desde el punto de salida y otro está en la llegada. Carmina está un poco nerviosa porque el caballo está ensillado con silla inglesa, y ella está acostumbrada a la montura vaquera, pero lo disimula.


Pistoletazo de salida. Carmina y el guía salen disparados, y llegan… los dos a la vez. A falta de “photo finish” se declara oficialmente empate. Tranquilos, que quedan dos trayectos más. Por lo menos el egipcio se ha dado cuenta de que esta niña no estaba vacilando cuando decía que montaba bien.

Carmina desmonta con las piernas un poco temblonas de la tensión, y del esfuerzo de acostumbrarse a una silla y unos estribos que no conocía, pero muy satisfecha consigo misma. La visita al complejo funerario de Dzoser transcurre tranquilamente.

Segundo trayecto. Carmina y el guía vuelven a salir disparados, y cuando van uno junto al otro (más pegaditos no pueden ir los caballos), el egipcio de las narices se inclina sobre el caballo de Carmina y le pega un alarido junto a la oreja que el pobre animal se lleva un susto de muerte. El caballo da un bote como un Harrier en despegue vertical, y a Carmina se le sale el pie derecho del estribo. El caballo va a todo galope y Carmina, sin la sujección del estribo, se va resbalando poco a poco hacia la izquierda mientras intenta controlar al caballo, pero no puede. Se cae y el caballo la arrastra durante un buen trecho, porque su pie izquierdo está atrapado en el estribo. El tiempo se le hace eterno, pero por fin se le sale el pie del zapato (¡ojo!, el zapato sigue en el estribo, si llega a llevar botas se mata). El caballo sigue galopando como loco.

Carmina se levanta y comprueba milagrosamente que no se ha roto nada. Es más, no se ha hecho ni un arañazo, aunque parezca mentira. El egipcio se da entonces cuenta de la barbaridad que ha hecho; el grupo se le echa encima llamándolo de todo, amenazándolo con denunciarlo. Carmina, que todavía ni se cree la suerte que ha tenido, muy chula ella, manda al egipcio a que vaya a recoger su caballo, que está donde Cristo perdió el mechero, y tranquiliza al grupo. A partir de ese momento se da el gustazo de tratar al egipcio como si fuera una basurilla, en justa venganza. La excursión sigue, como estaba previsto, y el egipcio es requerido para que pague las cervezas de todo el grupo.

Al día siguiente pasan dos cosas. A Carmina le duelen hasta las pestañas, y el egipcio llega con un libro precioso del Museo del Cairo para ella. Todos han decidido que no van a decir nada al jefe del egipcio, porque además están encantados de verlo arrastrarse como un gusano.

Maireen, en agradecimiento a haber nacido por segunda vez, hace la firme promesa de no volver a cometer tontería semejante; promesa que, como veremos en otra ocasión (ver el siguiente post), no cumplió.

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